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El espía que surgió de León

 

(Artículo publicado en La Crónica de León, el 12 de octubre de 2008 , ganador en  2009 del premio Cossío de Periodismo que concede la Junta de Castilla y León)  

 

Por extraordinario que parezca, así fue. León tuvo su parte de intervención en la II Guerra Mundial. Fue a través de una red de espionaje alentada, financiada y directamente vinculada a los servicios secretos británicos. La contribución leonesa a la contienda europea no fue sólo táctica. La desarticulación de la trama costó la vida a su jefe, Lorenzo San Miguel Martínez, que murió tiroteado en su cama, y a los cuatro principales agentes que fueron fusilados en Oviedo. Precisamente en Asturias fue donde empezó a caer toda la trama.

Hermenegildo Ferreras Vidal, capitán de la primera compañía de la 117 Comandancia Rural de la Guardia Civil, con residencia en la localidad asturiana de Grado, se le encendió el chivato cuando en octubre de 1943 recibió un sorprendente soplo. “En la fábrica nacional de cañones de Trubia se ejerce, por elementos extremistas contrarios al régimen, cierto espionaje con el fin de controlar la producción de cañones, proyectiles y cartuchos”. Sin embargo, su olfato policial no podía adivinar entonces a dóndellevarían las pesquisas policiales: a la desarticulación de una intrincada red relacionada con la inteligencia británica. Una red con casi medio centenar de agentes que actuaban en todo el norte de España y cuya base de operaciones se encontraba en León.

 

Situación histórica

La “neutral” España vivía en octubre de 1943 su cuarto “año triunfal” tras la victoria de Franco en la Guerra Civil. Era el mismo tiempo que Europa llevaba desangrándose en la II Guerra Mundial, que, por esas fechas, comenzaba a decantarse claramente en favor de los aliados y contra Hitler y Mussolini. Es ya de sobra conocido que España y otros países oficialmente apartados del conflicto como Suiza, Portugal o Suecia fueron teatro de operaciones de los dos bandos.

 

Primeras detenciones

La ‘operación Trubia’ permitió las primeras detenciones el 17 de octubre de 1943. Así consta en la causa 558/43 de la Capitanía General de la Séptima Región Militar y el Juzgado Especial de Espionaje, a la que ha tenido acceso La Crónica a través de la Asociación para el Estudio de la Represión en León (Aerle). José Libertario García García, gruista en la fábrica de armas asturiana, inauguró la lista de apresados. Detalló en su declaración que recibía 250 pesetas mensuales para informar de la producción de la factoría bélica. Los datos eran transmitidos a León, donde un tal Juan Martínez Martínez, coordinaba las operaciones. Después de más detenciones en Asturias, entre ellas la de Consuelo Argüelles Díaz,novia del cabecilla leonés de la red, las fuerzas policiales descubren que el referido Juan Martínez es en realidad Lorenzo San Miguel Martínez, nacido en León, en 1913.

A las 9 de la mañana del 20 de octubre de 1943, la Guardia Civil se persona en el quinto piso del número 34 del paseo de la Condesa de Sagasta de León. Lorenzo San Miguel fue sorprendido mientras dormía y abatido a tiros en su cama. Según el informe de la Guardia Civil, intentó defenderse con una pistola. El mismo atestado da cuenta de que se halló en el registro del piso de San Miguel un total de siete pistolas, una escopeta y 38 cartuchos de dinamita. Asimismo, la Guardia Civil se incauta de 10.880 pesetas en metálico y de numerosa documentación: planos del puerto del Musel y de otros de Galicia, planos de playas asturianas y cántabras y planos del aeródromo de La Virgen del Camino y del Palacio de Oriente de Madrid, entre otros. “Una libreta en la que se hallan unas letras escritas que empiezan en AM y terminan en AY (claves para identificar a cada agente), tres documentos en los que se suponen claves, informes sobre la identificación de aviones alemanes, cuestionarios a cumplimentar por los enlaces sobre suministros, partes quincenales que remiten diferentes provincias que empiezan por La Coruña y terminan en León, dando detalles de baterías, posición de fuerzas, etc, etc, y otra numerosa documentación sin clasificar en la que se contienen datos reveladores de actividades de espionaje”, cita textualmente el informe policial. A decir verdad, resulta chocante que el espía San Miguel tuviera en su poder tal cúmulo de material comprometido.

 

Casi 60 encausados

Una vez descubierto el hilo de la trama, las fuerzas franquistas sólo tuvieron que tirar de él para acabar desarticulando toda la red. El informe del fiscal presentado en el consejo de guerra cita a un total de 59 imputados, 19 de ellos leoneses. El resto operaban desde Asturias, Galicia, Santander, Vizcaya y uno de ellos desde Segovia.

Hay dos denominadores comunes que los caracterizan a casi todos: su relación con el bando republicano en la Guerra Civil y los vínculos familiares de varios de los imputados. Por utilizar al máximo responsable de la red como referente, Lorenzo San Miguel, calificado por la policía franquista como “cabecilla y agitador comunista”, desertó en 1937 del regimiento de infantería de Astorga en el que estaba destinado, para pasarse, posiblemente, al lado republicano en plena Guerra Civil. Asimismo, aparecen como encausados  el padre, un hermano y un tío del jefe de la trama.

La causa 558/43 también identifica a Ángel Monge Antón como lugarteniente de San Miguel. Primo de la líder socialista Teresa Monge Melcón y vinculado a una de las familias leonesas que mássufrieron la represión franquista por su significación republicana, es dado por fugitivo en el informe del fiscal. Según ha podido saber este periódico de una de sus sobrinas, Elena Monge, Ángel Monge vivía en Bilbao cuando se desarticuló la red. Desde allí pudo pasar a Inglaterra y a Francia donde la misma fuente señala que se integró en la Resistencia contra los nazis. Las últimas referencias lo situaban en Toulouse.

También destaca entre los implicados la presencia de tres militares. Uno de ellos de carrera. Se trata de César Quiñones, auxiliar de obras y talleres en el Regimiento de Artillería de Costa nº 2 de El Ferrol. Los otros dos son los soldados Álvaro Tebar, destinado al destructor Císcar, y Felipe Cámara Bravo, de la Base Mixta de Carros de Combate de Segovia.

De los 57 detenidos, 13 fueron absueltos y 40 condenados a prisión. Cuatro recibieron la pena capital: el citados César Quiñones, el radiotelegrafista Manuel Rivero, y Juan Martínez Riestra y Miguel Estévez, ambos importantes agentes en Asturias. Murieron fusilados en las tapias del cementerio de San Salvador de Oviedo. Era la mañana del 23 de mayo de 1944. Sólo 14 días después, el 6 de junio, los aliados iniciaban el desembarco de Normandía que, a la postre, marcaría la derrota de Hitler y el fin de la II Guerra Mundial en Europa. Una guerra en la que, a su modo, San Miguel y sus agentes habían participado y que, pese a la victoria de su bando, también acabaron perdiendo. Al contrario de lo que esperaban, las potencias aliadas nunca intervendrían en la “liberación de España”.

 

El desembarco aliado que pudo cambiar la historia

 

La red de espionaje organizada desde León por Lorenzo San Miguel y los servicios secretos británicos tenía una importante misión. El informe del fiscal presentado en el consejo de guerra no deja dudas: “Su labor consistía en proporcionar a los referidos agentes extranjeros los datos más completos y minuciosos que podían obtener sobre nuestro sistema militar defensivo en las costas y puertos del norte de España, desde las rías gallegas a Bilbao, con detalle y localización de las fuerzas encargadas de su vigilancia y defensa, material con que cuentan, emplazamientos artilleros, obras fortificadas, características de playas y accesos a la costa, aeródromos, producción de las fábricas militares y distribución del armamento y material salido de las mismas, así como el de otras industrias de aplicación a fines militares”, reseña el fiscal en sus conclusiones.También se añade que había agentes cuya misión era informar del movimiento de buques, submarinos o aviones alemanes en las costas de Galicia.

 

Ataque exterior

El sumario reconoce en sus calificaciones que la trama de espionaje dirigida desde León pretendía “el deliberado y directo propósito de facilitar un ataque armado del exterior”. La sorprendente hipótesis de un desembarco aliado en la costa norte de España, vendría, además, avalada por la declaración arrancada a uno de los principales detenidos, Manuel Rivero San Juan, designado para encargarse de la estación radiotelegráfica que se instaló en su piso, ubicado en el número 13 de Suero de Quiñones.

Rivero había sido captado en Bilbao y para justificar su traslado a León, en diciembre de 1942, se utilizó la apertura de una tienda de material eléctrico como tapadera, La Voz de León. El objetivo era “comunicar directamente con una central instalada en Londres”, precisa el expediente.

En este punto se implica directamente a la Embajada del Reino Unido en Madrid a donde se dice que se desplazó Rivero en dos ocasiones para instruirse en el manejo del radiotelégrafo. Tal como figura en la causa, en julio de 1942, un coche del órgano diplomático inglés transportó el aparato de transmisión hasta León. Según el testimonio de Manuel Rivero, hasta la desarticulación de la red se realizaban “simples ejercicios de prueba y prácticas de cifrado”, pero añade que esperaba que pronto se intensificase su trabajo “con motivo de un desembarco inglés”. ¿Realidad que se vio frustrada, posibilidad que sólo se barajó, operación de desinformación…? En cualquier caso, una incógnita que podría haber cambiado la historia.

 

Labor remunerada

Lo cierto es que la red montada por San Miguel tenía una envergadura considerable que justificaría su relevancia. A parte del casi medio centenar de agentes repartidos por todo el norte del país, el informe presentado por el fiscal en el consejo de guerra reseña que todos ellos recibían diferente remuneración en función de la importancia y los riesgos de su misión. Cantidades mensuales que, según la misma información, aportaban los servicios secretos británicos. De este modo, por ejemplo, el radiotelegrafista, Manuel Rivero, recibía una asignación de 3.000 pesetas mensuales. La Embajada Británica también habría facilitado las 30.000 pesetas que conllevó la apertura de la tienda La Voz de León. César Quiñones, el militar implicado en el parque de artillería de Ferrol y que se identificaba con la letra cifrada P,recibía 1.000 pesetas al mes.

La red de San Miguel se puso en marcha en el año 1941. Sus integrantes “se entregaron a actividades que, iniciadas con una intensa y sistemática campaña propagandística dirigida a sembrar la desconfianza y el odio entre el Ejército y la Falange con el propósito de perturbar el interior del Estado, derivó más tarde hacia la formación de una complicada red de espionaje”.

 

De película

Las conclusiones de la causa precisan que el mecanismo de esta labor “estaba montado en forma concéntrica a base del fallecido Lorenzo San Miguel, instalado a tal efecto en León. A él afluían los diversos datos parciales encargados a numerosos agentes distribuidos en distintas plazas del norte de España”. Los datos eran solicitados por “la organización extranjera” mediante cuestionarios cursados previamente. Asimismo, dos veces al mes venía a León un enlace enviado desde Madrid, que recogía los informes por orden “de un tal Pedro Cotinelli, antiguo empleado español en la Embajada inglesa el cual no ha podido ser capturado”. El mismo enlace era el portador de los sobres con dinero y los cuestionarios dirigidos a Lorenzo San Miguel. Los informes se camuflaban en sobres con membrete oficial de Renfe que uno de los agentes que trabajaba en la estación de León sustraía de las oficinas. Todo muy de película pero tan real y tan leonés como sus dirigentes y el paseo de la Condesa donde fue abatido Lorenzo San Miguel hace ahora 65 años (año 2008).

 

 

'El Inglés', el otro espía en El Bierzo

 

Lorenzo San Miguel no es el único caso de espionaje conocido en la provincia de León hasta la fecha. Alexander Easton, ‘El Ingles’, vinculado a los consulados británicos de Vigo y La Coruña, se trasladó a principios de los cuarenta a la localidad berciana de Carracedo, donde compró una granja. Contactó con los maquis que operaban en la zona integrados en la Federación de Guerrillas de León-Galicia y llegó a elaborar con su colaboración una red de evasión de paracaidistas aliados caídos en suelo francés que atravesaba España en dirección a Portugal. No hay constancia de que esta red llegara a utilizarse. También les facilitó la multicopista con la que editaron su órgano de propaganda El Guerrillero y organizó en la buhardilla de su casa una especie de hospital de campaña para los maquis heridos. Su vinculación a los servicios secretos británicos y su misión de control sobre el suministro de wolframio desde el noroeste de España a los alemanes se ha confirmado recientemente.

 

La falsa neutralidad de España

 

Cada vez hay más evidencias que relativizan la supuesta neutralidad de la España de Franco en el conflicto bélico mundial. Es conocido, por ejemplo, el abastecimiento de wolframio, del que León disponía de ricos yacimientos, a la industria bélica alemana. Lo que ha comenzado a descifrarse ahora es que el país se convirtió en base de operaciones del espionaje tanto aliado como de las fuerzas del eje. En el primer caso, los servicios secretos británicos encontraron en los republicanos que habían perdido la guerra civil unos aliados dispuestos a tomarse la revancha. En el segundo, hay ya constancia de la entrada regular en España de agentes nazis.

El caso más célebre de espionaje español es sin duda el de Juan Pujol García, el contraespía catalán que convenció a los alemanes de que el desembarco aliado en Francia no se iba a producir en Normandía, lo que contribuyó a que la arriesgada operación militar fuera un éxito.

Recientemente se ha desvelado que Leslie Howard, estrella de Hollywood en películas como ‘Lo que el viento se llevó’ o ‘Pygmalión’, también actuó como agente de los servicios secretos británicos en España. De hecho se le atribuye una supuesta entrevista con Franco para lograr la garantía de neutralidad de España. A cambio, los aliados reconocerían el régimen una vez terminada la contienda. De hecho Howard murió en junio de 1943 después de que el avión en el que volvía a Inglaterra desde España fuera derribado por aviones nazis.

 

Publicación de un libro

 

El historiador leonés Secundino Serrano ya apuntó la existencia de la red de espionaje de Lorenzo San Miguel en su obra ‘La guerrilla antifranquista en León’, editada en 1986. Pero no ha sido hasta ahora, 65 años después de los hechos, cuando se da a conocer toda la dimensión de la trama.

Ésta se encuentra detallada en los más de 10.000 folios de la causa 558/43, rescatada ahora del olvido por la Asociación para el Estudio de la Represión en León (Aerle). Este colectivo, uno de los que se ha personado en el sumario iniciado por el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, para la identificación de las víctimas del franquismo, ha iniciado la labor de digitalizar todas las causas leonesas que se almacenan en el archivo del Tribunal Militar Territorial Cuarto ubicado en la localidad coruñesa de El Ferrol. Los responsables de Aerle calculan que este archivo contiene alrededor de 15.000 causas de la provincia, a las que habría que sumar un número indeterminado de aquellas que están encabezados por leoneses en otras provincias y de las que ya se sabe que, sólo en Asturias, podría haber en torno a 300.
La presidenta de Aerle, Encina Cendón (fallecida en diciembre de 2011), reconoce que la causa de Lorenzo San Miguel es una de las que más ha llamado la atención de entre las que han podido revisar. Hasta el punto de que la asociación ha iniciado ya un estudio en profundidad del caso San Miguel para la elaboración de un trabajo específico sobre el espía leonés. Posiblemente un libro. (Una alternativa al desembarco de Normadía en España, publicado en septiembre de 2011).

 

 

Daniel Álvarez de la Torre ©

 

 

 

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