top of page

INCLASIFICABLE

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
EL GENIO SILENCIADO

Martin Hannett fue un genio, un genio silenciado. Teniendo en cuenta que su materia prima era el sonido, no deja de ser una terrible paradoja. O no. Una de sus principales obsesiones fue precisamente el silencio, que se dedicó a grabar con devoción. El silencio, la nada. Cero.

Martin Zero, fue precisamente el pseudónimo con el que firmó algunas de sus obras. Su carácter hosco y difícil no impidió que en un momento de su vida todos quisieran trabajar con él. Murió a los 42 años a causa de sus excesos con el alcohol y las drogas. Pesaba 165 kilos y no cabía en la tumba. “Martín Hannett: productor discográfico y creador del Sonido Manchester”, dice desde 1991 su lápida.

Martín Hannett hizo la carrera de Química. Ciertamente tenía vocación de alquimista pero no para mezclar los elementos de la tabla periódica. Lo suyo era el sonido y eso, en los años 70 del pasado siglo, llevaba irremediablemente a la música. Las primeras oportunidades para entrar en ese mundo le llegaron a través de la sonorización de conciertos y de encargos para espectáculos de teatro alternativo.

Ya lo hizo magistralmente Michael Winterbottom en su película ‘24 hour party people’ , pero lo musicalmente correcto lleva en este momento a recordar una fecha : el 4 de junio de 1976. Fue la primera vez que los Sex Pistols actuaron en Manchester ante un público de 42 personas. Sí, sólo 42 personas que recibieron la única lección que dio el punk al mundo: cualquiera puede hacerlo. Entre aquellas 42 personas estaba Martin Hannett y todos los que contribuyeron poco después a que Manchester se convirtiera en la capital mundial de la música. Desde finales de los 70 y durante buena parte de los 80, todo lo que salía de esta ciudad, aunque fuera plomo, se convertía en oro. La piedra filosofal. Al alquimista ya lo conocemos. Nos falta el rey Midas. Aquel 6 de junio también asistió al concierto de los Pistols. 

Tony Wilson era un periodista de Granada TV célebre por sus reportajes disparatados y por un programa musical sin complejos, ‘So it goes’, que alardeaba de presentar a los mejores grupos del mundo desde un canal de televisión regional. Esta relación le llevó a crear, primero, un club de música en vivo, The Factory, y después el sello discográfico Factory Records, del que salieron algunos de los trabajos más célebres de este periodo. Ya tenemos al rey Midas (aunque la compañía acabó quebrando y siendo absorbida por London Records). Wilson emprendió su aventura junto a Alan Erasmus, el diseñador Peter Saville y Rob Gretton, manager de grupos punk de Manchester, entre ellos unos que acabaron llamándose Joy Division. La empresa no podía estar completa sin un productor que se encargara de dar forma musical a aquella amalgama. 

Tras su trabajo con Buzzcocks, la banda punk más importante de Manchester, Martin Hannett se encontraba en el lugar y momento apropiados y pasó a dirigir la producción de Factory Records. Desde ahí daría el impulso definitivo al post-punk y a la new wave. Por su manos pasaron grupos como los citados Joy Division y posteriormente New Order, Durutti Colum, los primeros Orchestral Manoeuvres in the Dark o Happy Mondays. Bandas míticas de la escena post-punk como Magazine, A Certain Ratio, Section 25, Minny Pops, The Names o The Only Ones también cuentan con trabajos firmados por él en Factory Records. U2, Psychedelic Furs o Stone Roses también contaron con él a través de otros sellos y hasta Dead Kennedys incluyó en una de sus canciones la broma de un "fuck off” y falso tema producido por Martin Hannett. Era la forma irónica de evidenciar que en 1981 no eras nadie en el mundo de la música de culto si no te había producido Martin Hannet

El idilio con Factory Records duró poco. El carácter difícil de Hannett y su adicción a las drogas no ayudó. El productor emprendió una disputa legal con la discográfica tras un desacuerdo con Wilson por destinar una importante inversión al club Haçienda, que empezaba a convertirse en la basílica de San Pedro de la música dance. Hannett quería destinar el dinero a comprar material de sonido. Después de hacer las paces, Hannett volvería a trabajar para The Factory pero contratado y fuera de su estructura. Es el caso del LP de Happy Mondays, Bummed (1988). Antes, había estado cinco años sin actividad por culpa de la heroína.

Hannett también fue músico. Bajista, lo cual explicará una de sus peculiaridades como productor. Se da la curiosidad de que tocaba sentado en una silla en las actuaciones en que participó como miembro de la banda que acompañaba a John Cooper Clarke en sus recitales poéticos. “Era incapaz de tocar el bajo y estar de pie al mismo tiempo”, reconoció en una entrevista a una revista holandesa. El grupo se llamaba ‘The Invisible Girls’ y también prestó sus servicios a Pauline Murray y a la ex Velvet Underground Nico. Asimismo, firmó tres composiciones propias. Dos como cortes extra en el primer disco de Durutti Colum: ‘First aspect of the same thing’ y ‘Second aspect of the same thing’. La tercera, titulada ‘The music room’, apareció en el recopilatorio ‘From brussels with love’.

Pero los trabajos que marcaron un hito en su carrera y le colocaron para siempre en la historia de la música fueron los dos únicos discos de estudio de Joy Division: ‘Unknow Pleasure’ (1979) y ‘Closer’ (1980). A ellos se suman un puñado de canciones sueltas que fueron viendo la luz en sencillos y recopilatorios. Todo lo que rodea a Joy Division está empapado de una belleza hipnótica y perturbadora que 35 años después permanece intacta. Su poder de fascinación se acrecentó con el suicidio de su cantante, Ian Curtis, justo cuando iba a comenzar a recoger los frutos del éxito. Pero su estela musical va mucho más allá de la mitología necrófila tan propia del mundo del rock. Hay muy pocos grupos que se convierten en molde.

Todos los testimonios apuntan a que Hannett fue una de las personas a las que más afectó la muerte de Curtis. Algunos señalan que nunca llegó a superarlo. No es difícil aventurar, a través del legado musical que nos han dejado, el vínculo que ambos pudieron llegar a establecer.
Hasta que Hannett entró en sus vidas, Joy Division era un grupo punk más de los muchos surgidos en aquellos años. Así lo demuestran las canciones que habían grabado bajo el nombre de Varsaw y que después se editaron al amparo del culto, como salidas bajo las piedras. Escuchar la canción ‘Novelty` de la etapa previa y la producida por Hannett es como descubrir la perspectiva en la pintura, pasar del plano al relieve, de la segunda a la tercera dimensión. Dotó a Joy División de una profundidad que sin él jamás hubieran tenido.

El propio Hannett reconoció que cuando grabó con ellos ‘Digital’ en 1978 se sintió en el cielo. Tony Wilson señaló que, tras 10.000 años en los que la música estaba compuesta por ritmo y melodía, había llegado un genio y los había fundido. Ese genio era Martin Hannett y eso se hace absolutamente patente en las canciones de Joy Division en las que el bajo, hasta entonces sólo elemento de acompañamiento rítmico, sube de tono y pasa a marcar la melodía. ¿Deformación profesional de bajista? Una vez le preguntaron a Hannett cuál era su marca de la casa y dijo tan ancho que “un cierto desorden en la gama de agudos”. En otra ocasión, apuntó que el trabajo más duro era colocar la secuencia del bajo en el lugar apropiado.

Hannet amaba la música de Joy Division porque dejaba muchos espacios que él podía llenar con pregrabados sintéticos, reverberaciones, percusiones elásticas y toda una serie de efectos de sonido impensables en un grupo de punk cuyo vocalista, además, había experimentado una mutación y cantaba como un monje gregoriano en la profundidad de su celda. El resultado fue algo que jamás se había escuchado antes. Una atmósfera llena de matices, fría, distante y oscura. De esas que ponen en evidencia la mano de un productor que ha dado varios pasos más allá de su mera implicación profesional en un trabajo.
Todos los miembros del grupo, salvo Ian Curtis, que desde 1980 tampoco está aquí para acreditarlo, renegaron en principio de ese sonido ya que poco tenía que ver con las canciones crudas que ellos habían ejecutado en el estudio de grabación. Así lo han reconocido Bernard Sumner (guitarra), Peter Hook (bajo) y Stephen Morris (batería): “Nos molestó, pero a Rob (Gretton, manager del grupo) le encantó, a Wilson le encantó, a la prensa le encantó, y al público le encantó. Estábamos solos, los pobres y estúpidos músicos que lo escribieron”.
Joy Division y Hannett crearon un molde que muchos otros pretendieron imitar, en algún caso con la anuencia del propio Hannett. El hecho de que ninguna de las dos partes haya logrado superar aquella cota por separado demuestra que la confluencia de ambas es un milagro que sólo se da una vez en la historia. Se les vio el alma.
Hannett hizo muchas cosas más (27 discos y otros tantos singles para 50 grupos y solistas), pero ninguna como los dos discos de Joy División. A la muerte de Curtis, Joy División cambiaron su nombre por New Order, conocieron el éxito y editaron el single más vendido de la historia ‘Blue Monday’, un clásico de la música electrónica lleno de efectos y sintetizadores que produjeron ellos mismos. Martín Hannett ya estaba entonces intratable.
La mejor manera de comprender la compleja personalidad de Hannett, considerado en su día el nuevo Phil Spector de la música, es conocer alguna de sus anécdotas. Al igual que al afamado productor americano, se le atribuyen episodios violentos a punta de pistola con Tony Wilson como supuesto blanco. El documental ‘Play at home’, editado en 1984, fue un proyecto en el que los componentes de New Orden entrevistaban a los responsables de Factory Records. Martín Hannet, al que apodan el Doctor Chiflado, aparece con un revolver con el que ‘dispara’ a su entrevistador, el batería Estephen Morris. Morris ya había sido objeto de las excentricidades de Hannett. Lo tuvo horas tocando la batería en la azotea del estudio de grabación porque consideró que ese era el único lugar en el que sonaba como buscaba. En cualquier caso, nunca se sabrá si sus anécdotas son mitología o realidad. Como dice el personaje de

Tony Wilson en la película ’24 hour party people’, “si para contar algo tienes que elegir entre la verdad y la leyenda, elige la leyenda”.

El perfeccionismo del productor mancuniano era enfermizo. Tardó ocho horas en dar con la nota que quería en el solo de guitarra de la canción ‘Post-war glamour girl’ de John Cooper Clarke. Sentía devoción por Agnetha Fältskog, la rubia de Abba, cuyo poster solía adornar los lugares en los que trabajaba. The Doors, The Byrds o King Crimson eran algunos de sus grupos favoritos. Consideraba Berlín de Lou Reed como uno de los mejores discos de todos los tiempos. Admiraba a los productores que estaban en la cima sin haber hecho nada que lo mereciera. Aseguraba que cuando hacía música se sentía liberado de su capullo. En una entrevista le preguntaron si la razón para fumar tanto hachís era la búsqueda de inspiración. Hannett sólo respondió lo siguiente: “Es bueno para los oídos”.
Como buen artista, detestaba el negocio de la música. Sólo tuvo dos éxitos en las listas de ventas: ‘Jilted John’, canción homónima de su autor e intérprete, en 1978, y ‘Love will tear us apart’, de Joy División, en 1980 (es el epitafio de la tumba de Ian Curtis). Decía no entender cómo el tema ‘Another girl, another planet’, de The Only Ones, no había llegado a número uno. “La gente no quiere bandas de sonido peligroso, quiere bandas de sonido blando como Dire Straits”, explicaba. Reconocía que el rock es una ocupación bastante limitada. “No es algo con lo que puedas llenar tu vida”.

Su primera regla al entrar a un estudio de grabación era que no había reglas. Según sus propias palabras, ‘The correct use of soap’, de Magazine, fue su mejor disco y ‘Closer’, de Joy División, el más “misterioso”. Los hay que en lugar de elegir la leyenda eligen el misterio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LINK WRAY SIGUE RETUMBANDO

De no ser por él, Pete Townshend, de los Who, nunca hubiera cogido una guitarra. Pero ni siquiera eso evitó que tuviera que tocar de espaldas al público para no restar protagonismo a un cantante. Otro de los grandes, Jimmy Page, escogió 'Rumble' como su tema fundamental en un documental de 2008 ('It Migth Get Loud'). Su autor había muerto tres años antes 'exiliado' a miles de kilómetros de su tierra natal. Posiblemente el nombre de Link Wray no les diga demasiado pero se trata del guitarrista que introdujo innovaciones sin las cuales el desarrollo posterior del rock hubiera sido imposible

Hasta mediados de los años 50, la distorsión y efectos similares, que han hecho de la guitarra eléctrica la estrella de la música popular del último siglo, eran considerados un fallo que había que eliminar de inmediato. Link Wray, junto con otros pioneros como Willie Kizar o Chet Atkins, comenzaron a usar la saturación a conciencia. Wray perforó los altavoces de su amplificador con un lápiz para obtener distorsión. Con ese método grabó en 1958 'Rumble', que se convirtió en un modelo por su corrosivo sonido. Además, Link Wray es el inventor del 'power chord' (acorde de potencia), sin el que el hard rock o el punk nunca hubieran existido. 'Rumble', además de influencia reconocida por músicos como Jimi Hendrix, Neil Young, Jeff Beck o Marc Bolan, fue un éxito, a lo que contribuyó el hecho de que fuera censurada en algunas emisoras de radio por incitar a la violencia. Cabe reseñar que se trata de una canción instrumental, es decir, que no tiene letra. Bob Dylan llegó a decir de ella que es el mejor instrumental jamás compuesto. El redescubrimiento del tema a lo largo de los años ha sido posible gracias a su uso recurrente en el cine (ej: Pulp Fiction) o en series de éxito como Los Soprano.

Link Wray nació en 1929 en el estado norteamericano de Carolina del Norte. Hijo de madre india, orientó su carrera musical hacia la guitarra después de que en la guerra de Corea padeciera una tuberculosis por la que tuvieron que extirparle un pulmón. Nunca podría volver a cantar. Después de sus primeros éxitos, la carrera de Wray estuvo seguida de períodos de retiro y de momentos de renovada popularidad, especialmente en Europa. Su actitud alejada del boato del negocio de la música, le llevó a realizar muchas de sus grabaciones en un estudio propio de tres pistas que montó en la granja de pollos de su familia. Así, y con  múltiples formaciones, llegó a editar casi una treintena de sigles y 19 LPs entre 1960 y 2000. Sin embargo, nunca logró las mieles del éxito comercial. Como escribiera Pablo Gil en el obituario que publicó en El Mundo con motivo de su muerte, "Wray no recibiría nunca el reconocimiento popular que los especialistas de cada generación le tributaban. Así, su carrera se mantuvo activa por medio de decenas de sobrenombres y grabando para sellos de todo pelaje, pero nunca salió de ese submundo del estrellato de culto".

A finales de los años 70 se sumó a Robert Gordon, con el que actuaba de espaldas al público para no restarle protagonismo. En los 80 se casó con una danesa que estudiaba cultura americana nativa en Estados Unidos y se mudó a Copenhague, ciudad que sólo abandonaría esporádicamente para actuar cuando la inclusión de sus canciones en la banda sonora de turno le rescataba del anonimato. Link Wray murió en Dinamarca el 5 de noviembre de 2005, a los 76 años de edad, de una dolencia cardíaca. Pese a todo, su corazón sigue retumbando.       

 

​ENO, EL ATEO EVANGÉLICO

No es uno de los nombres más conocidos de la música pese a que una de sus composiciones es la pieza que más se escucha cada día en el mundo: la sintonía que acompaña a cada inicio del sistema operativo Windows. Mientras la mayoría de los artistas más influyentes de nuestro tiempo crean en torno a sus obras un ‘planeta’, Brian Eno ha constituido toda una ‘constelación’. Una infinidad de mundos dispares que en otras manos hubieran perecido bajo el peso de la contradicción. Del punk más nihilista al chil-out más reconfortante. Del glam más alocado al minimalismo electrónico más básico. Una gama infinita de colores en una paleta que ha contribuido a pintar el cuadro musical de los últimos 40 años. 

Brian Peter George St. John le Baptiste de la Salle Eno nació en mayo de 1948 en una pequeña ciudad de la costa este inglesa, donde, pese a su aristocrático nombre, su padre era un simple cartero. Este fue uno de los dos hechos que marcaron su futuro. Se juró que nunca tendría un oficio convencional después de ver cómo su progenitor apenas era capaz de cenar cuando llegaba a casa agotado del trabajo. La otra circunstancia que marcó su vida fue el encuentro fortuito con un amigo en un vagón del metro de Londres.  Andy Mckay tocaba el saxofón en un grupo y le contó que estaban locos buscando a alguien que supiera manejar un sintetizador que habían adquirido para incorporar el sonido electrónico a la banda. Eno, que por entonces ya experimentaba con ese nuevo instrumento para sus instalaciones artísticas, se ofreció a ayudarles. La banda resultó ser Roxy Music, liderada por un guaperas también llamado Bryan, Ferry de apellido. Eno participó en los dos primeros discos que Roxy Music grabó entre 1972 y 1973 ('Roxy Music' y 'Under Pleasure'). Todo fue bien mientras Brian Eno sólo intervenía en las sesiones de estudio, pero cuando se incorporó al escenario y resultó ser el más sofisticado, tanto musical como estilísticamente, Bryan Ferry lo echó. “Este grupo de glam no es lo suficientemente grande para dos Brian”. La licencia dramática puede que no se aleje en exceso de la realidad. El propio Eno, que tras su salida de Roxy Music inició una fructífera carrera musical en solitario, reconoce que si aquel día no se hubiera encontrando con el saxofonista Andy Mackay en el metro, ahora, probablemente, sería profesor de arte. El azar, siempre el dichoso azar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Brian Eno se ha adelantado tanto a su tiempo que, por ejemplo, inventó el post-punk antes de que el propio punk explotara. Basta con escuchar  el tema ‘Third Uncle’, de su segundo disco en solitario, para aseverarlo. Esta canción se grabó en 1974, cuando los Sex Pistols ni siquiera se llamaban Sex Pistols, y tres años antes de que David Bowie iniciara la trilogía de Berlín, a la que se atribuye el origen de la new-wave. No es casual, por cierto, que Eno participara en estos tres discos fundamentales de la carrera de Bowie como coautor de muchos de los temas, entre ellos ‘Heroes’ (1977), uno de los más grandes de la música de todos los tiempos. Quizá también tenga la culpa de ello la guitarra de Robert Fripp. Es difícil encontrar tanto genio en poco más de  seis minutos. 

Los primeros álbumes en solitario de Brian Eno son un prodigio de talento que llevaron la experimentación en el rock hasta sus límites: ‘Here Comes de Warm Jets’ (1974), ‘Taking Tiger Mountain’ (1974), 'Another Green World’ (1975) y ‘Before and After the Science’ (1977). En 1976 forma ‘801’ con Phil Manzanera, guitarrista de Roxy Music y de los primeros trabajos en solitario de Eno. Grabaron un único disco de estudio, ‘Listen Now’ (1977). En ese mismo año inició con ‘Discreet Music’ otra línea que acabó dando nombre a un nuevo estilo de música de  vanguardia con las sucesivas entregas de ‘Ambient’. Hasta el momento, Brian Eno ha firmado 17 álbumes en solitario, ocho para instalaciones y 25 colaboraciones con, entre otros, Robert Fripp, John Cale, Nico, Kevin Ayers, Cluster o David Byrne. 

A partir de 1973 también inició su trabajo como productor, la otra faceta en la que Eno ha brillado con luz propia. Ha producido buena parte de los trabajos de U2 y ha prestado su impronta a artistas tan dispares como John Cale, Devo, Ultravox, Talking Heads, Penguin Cafe Orchestra o Coldplay. 

En esta faceta también destaca, además de como productor, como promotor de ‘No New York’, la compilación de 1978 que dio origen al movimiento no wave, un corto pero intenso canto de cisne del punk más extremo que contaba con los Teenage Jesus and the Jerks de Lydia Lunch,  los Contortions o los primeros Sonic Youth entre sus integrantes. En ese mismo año, Brian Eno editaba su primer número de ‘Ambient’ bajo el revelador subtítulo de ‘Music for Airports’ (Música para aeropuertos). 

Un contraste que sólo puede permitirse alguien que se define a sí mismo como un ‘ateo evangélico’.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NADIE COMO ROBERT POLLARD

La vida está llena de cosas incomprensibles. ¿Cómo volvieron de la Luna los tripulantes del Apolo 11? ¿Por qué sigue habiendo hambre en el mundo? ¿Por qué no se cae la torre de Pisa? En el universo de la música, la paradoja más sorprendente es la de Robert Pollard (Dayton, 1957): ¿Cómo es posible que un genio tan inconmensurable siga siendo un completo desconocido? Lo cual nos lleva a otra gran duda: ¿Cómo se mide el talento?.

Podría pensarse que, en cuestión de gustos, todo es subjetivo, pero en este caso hay un hecho objetivo incuestionable: Robert Pollard es, con diferencia, el compositor más prolífico de la historia. Sólo por eso, ya debería figurar, al menos, en el Guinness de los récords. Según sus propios cálculos, ha escrito alrededor de 5.000 canciones,  de las cuales más de  1.600 han sido registradas de forma oficial. Puede que estas cifras no nos digan nada a los profanos de la composición musical, pero si las comparamos con gigantes de la talla de Bob Dylan o Paul McCartney, podremos hacernos una idea del torrente creador de Pollard. 

La web ‘Who’s dated who’ ofrece la listas de todas las canciones de los principales artistas. Pollard no figura entre ellos, pese a haber registrado 100 piezas más que Dylan, al que se le atribuyen 1.486, y mil más que MacCartney (599).  Lennon, el que para Robert Pollard es el mejor compositor de todos los tiempos, contabiliza 422. La revista ‘Paste’ elaboró un elenco con los 100 mayores autores vivos. La encabezaba, de nuevo, Bob Dylan, y le seguían Neil Young, Bruce Springsteen, Tom Waits y Paul McCartney. Pollard aparecía en el número 78.

Sin embargo, en tres décadas de frenesí musical, Robert Pollard ha editado 90 discos, 20 de ellos con su grupo más conocido, Guided By Voices, y 32 en solitario. Además, el tercio restante de este trabajo lo ha realizado con hasta 15 formaciones en las que ha ido alternándose de forma simultánea (Circus Devils, Boston Spaceship, Acid Ranch, Airport 5, Go Back Snowball, Hazzard Hotrods, Howling Wolf Orchestra, Keene Brothers, Laxo and the Leapers, Lifeguards, The Moping Swans, Nightwalker, Phantom Tollbooth, Psyco and the Birds, The Takeovers). Frank Zappa, otro genio incontenible, llegó a editar 80 discos entre 1966 y 1994. Los Rolling Stones, la banda más longeva del rock, ha publicado un total de 28 álbumes desde los primeros 60 hasta hoy. Así pues, el caso de Robert Pollard supera toda medida. 

Tal es así, que resulta casi imposible seguir los pasos de su enorme estela creativa, a la que también hay que sumar su faceta como autor de poemas y de colages, muchos de los cuales forman parte de las portadas de sus discos. Una estela que, en lugar de apagarse con el paso de los años, parece ir en aumento. Sólo en este año, Pollard ha sacado un LP con Guided by Voices (el año pasado fueron tres y ya tiene otro listo para 2014), dos en solitario y otros dos con Circus Devils, su proyecto más experimental. Cinco en un año, como los Rolling Stones cuando en 1965 ya habían demostrado que eran un gran negocio con la venta de más de un millón de discos.

Pero la cantidad y la calidad no siempre van unidos, y en música, menos. Con que Lou Reed sólo hubiera hecho ‘Walk on the wildside’ ya se habría consagrado. Pero la producción de grandes temas es tan sorprendente en Robert Pollard como su capacidad creativa. Él mismo ha llegado a decir que un millar de sus 5.000 canciones son buenas. Vanidad al margen, lo cierto es que resulta difícil encontrar un artista, vivo o muerto, que atesore entre sus composiciones tal cantidad de ‘grandes éxitos’ que, por descontado, nunca llegaron a serlo. Una opinión que también sostienen algunos creadores de reconocida valía, como el director de cine Steven Soderbergh, que eligió a Pollard para la banda sonora de su película ‘Bubble’. Otros van más alla y sorprenden con declaraciones como la de Jay Carney, el responsable de prensa de la Casa Blanca, que, en una comparecencia para anunciar la visita de Obama a Dayton, recordó que ésta es la ciudad natal de Guided by Voices, “la  banda de rock’n’roll más grande de la era moderna”. 

Aparte de gustos, la forma en que el negocio ha tratado a este músico norteamericano que acaba de cumplir 56 años, es absolutamente reveladora. Sus cuatro primeros discos con Guided by Voices fueron autoediciones costeadas por el propio grupo. Vendieron cada uno de ellos entre 300 y 1.000 copias. Sólo a partir de ‘Propeller’ (1992), Robert Pollar pudo dejar de ejercer como profesor de Primaria para dedicarse de lleno a la música. A partir de ahí, se ha fraguado un gran prestigio, pero siempre dentro del círculo del rock independiente. Un premio muy tacaño que en modo alguno hace justicia a su talento. Fuera de los EEUU, apenas se le conoce y siempre dentro de los circuitos musicales. Sirva sólo como referencia que su cuenta de Twitter suma 5.801 seguidores frente a los más de 40 millones de estrellas como Lady Gaga.

No se sabe si su falta de éxito comercial y mediático ha sido la causa de su actitud ante el negocio o si su desdén hacia la industria le ha llevado a no ser la estrella que por derecho le corresponde. No importa. El resultado es el mismo. Un artista únicamente interesado por seguir explorando su inmenso talento. Así lo reveló en una entrevista publicada hace 8 años en la revista Magnet: “No entiendo cómo la gente pierde la ambición de escribir buenas canciones. Creo que queda atrapada en la industria y pierden el deseo. Eso es lo que pasó con R.E.M. Pero eso nunca me va a pasar a mí”. Hasta ahora, no le ha pasado.

Curiosamente, el medio que casi ha acabado con la industria musical, internet, ha supuesto un balón de oxígeno para Robert Pollard y muchos artistas  ninguneados por el negocio. Ha permitido a miles de nuevos seguidores un acceso a la ingente obra de Pollard que antes de la revolución digital hubiera sido imposible. No es una venganza, pero lo parece.

McCartney es un merecido lord y atesora una de las mayores fortunas del Reino Unido. Nada puede reprocharse a los méritos de quien, entre otras cosas, compuso ‘Yesterday’, la canción más versionada de la historia, pero la desproporción entre el trato que unos y otros han recibido sale de ojo. Eso si comparamos entre  genios, porque si comparamos con la horda de don nadies que pueblan las listas de éxitos, la sorpresa se convierte en mayúscula indignación. Todo ello lleva a una última reflexión: ¿Cuántos Robert Pollard se han quedado en el cajón? ¿Cuántos se seguirán quedando sin que lleguemos jamás a conocerlos?

Robert Pollard al menos ha conseguido que el grupo Big Dipper le haya dedicado una canción. La estrofa final del tema viene a decir lo siguiente:

Escucha Paul McCartney

Escucha, Brian Wilson 

Escucha, Jaggers/Richards

Escucha, Raymond Davies

Escucha, Randy Newman

Escucha, Colin Newman

Escucha, Gary Waleik

Nadie como Robert Pollard

 

 

 

© 2014 by el melómono. Creado con Wix.com

 

bottom of page