


El melómono
El hombre solo es un mono que hace música
A veces, buena música
ROCK
EL PADRE DE ELVIS TAMBIÉN ERA NEGRO
La tarde del 5 de julio de 1954 era una de esas tardes calurosas de Memphis. Sam Phillips, fundador de Sun Records, probaba a un nuevo artista. Un año antes, el joven Aaron, de 18 años, había acudido a las oficinas de la compañía para grabar un disco de acetato de doble cara con dos canciones que él mismo pagó. Era un regalo de cumpleaños para su madre. Cinco meses después, volvió por los estudios para grabar otro disco autofinanciado. Tras dos intentos frustrados de entrar a formar parte de sendos grupos, Phillips decidió darle una oportunidad y citó a Aaron para la tarde del lunes 5 de julio. Contrató a un contrabajista y a un guitarrista para que le acompañaran en la grabación.
A medida que pasaban las horas, la decepción iba en aumento. Aquel chaval no funcionaba. Una tarde perdida. Entrada ya la noche, Sam Phillips, que llevaba tiempo buscando la manera de introducir la música negra entre el público blanco para ganar “mil millones de dólares”, dio un momento de descanso al trío antes de un último intento. Ya se hacía a la idea de que tendría que seguir probando y confiando en que la semilla de Bale Street, la calle de los clubes de blues de Memphis, brotara en otro campo. Pero surgió el milagro. Aaron comenzó a tocar una canción titulada ‘That´s All Right Mama’, del bluesman de Mississippi Arthur Crudup, editada ocho años antes para la RCA. Sus compañeros de sesión le siguieron la broma. Phillips los oyó desde la cabina y les pidió que lo repitieran en serio para grabarla.
Tres días más tarde, comenzó a sonar en la radio. El impacto fue espectacular. Los oyentes comenzaron a llamar para averiguar quién era el cantante. La mayoría daba por hecho que se trataba de un afroamericano. El cantante era un tal Elvis, Elvis Aaron Presley.
Así pues, el primer éxito de Elvis Presley fue la canción de un bluesman negro. Los créditos respetaron la autoría de Crudup, que figura entre paréntesis bajo el título en el single, que se llamó ‘That´s All Right’ (sin el ‘Mama’). El propio Elvis, además de cantar, toca la guitara. Le acompañan Scotty Moore a la guitarra y Bill Black, al contrabajo. Además de la inspiración, lo único negro del trío era el apellido del contrabajista.
‘That´s All Right’ no será la única canción de Crudup que Elvis versionará en sus inicios. ‘My Baby Left Me’ sería la segunda y ‘So Glad You’re Mine’, la tercera, ambas en 1956. Pero el destino pagó con monedas muy diferentes al original y a la ‘copia’. Elvis se convirtió en un mito. Crudup es un absoluto desconocido. Presley ganó millones. El bluesman murió en la más absoluta pobreza, la misma que le acompañó la mayor parte de su vida. La tumba de Elvis es un santuario visitado cada año por medio millón de personas. La de Crudup estuvo sin identificar durante décadas porque la familia no tenía dinero para una lápida. Nadie puede poner en duda los incuestionables méritos del rey del rock, pero el abismo entre uno y otro es una de las injusticias más vergonzosas de la historia de la música. Una injusticia, no achacable, sin embargo, al propio Elvis, que siempre sintió verdadera veneración por los artistas negros y en particular por Crudup, al que reconoció como uno de sus maestros. “Si alguna vez pudiera llegar al lugar donde pudiera sentir todo lo que el viejo Arthur siente, me convertiría en un músico como nunca nadie ha visto», reconoció en una entrevista. En otra, dijo que «el rock and roll ha existido durante muchos años sólo que antes se llamaba rhythm and blues».
¿Quién tuvo la culpa de la infamia sufrida por Crudup? Como casi siempre en estos casos, la industria, ese ente que, además de hacer dinero, garantiza la impunidad. Crudup tuvo que resignarse a una vida miserable mientras veía que otros se hacían ricos con sus canciones, interpretadas, no sólo por Elvis, sino por bandas como Cream o Creedence Clearwater Revival. Ellos vendían millones de copias de sus composiciones mientras su autor recibía una ínfima parte. Según el manager D. Waterman, "probablemente no hubo una semana durante la década de 1970 en la que no hubiera una canción de Arthur Crudup en el Billboard Top 200”.
Crudup había nacido en 1905 en Forrest, Mississippi, y se había trasladado en 1939 a Chicago para buscar fortuna. Vivía como músico callejero y dormía bajo un puente en una caja de embalaje cuando fue descubierto por el productor musical Lester Melrose. Él le puso en contacto con la RCA, para la que grabó, junto con otras compañías, entre los años 40 y 50.
Lester Melrose, el segundo de seis hijos de una familia de granjeros blancos de Ilinois, es una de las figuras fundamentales del blues. De hecho, su nombre figura en el Salón de la Fama del Blues y por sus manos pasaron los principales músicos de este género anteriores a la II Guerra Mundial. Posiblemente, sin él, el bues no sería lo que es ni lo que ha llegado a ser. Pero, pese a que Melrose no tocó una sola nota en su vida, figura como autor de más de 300 canciones. ¿Por qué? Porque registraba los derechos de los temas a su nombre y únicamente pagaba a los artistas un adelanto por las grabaciones. Hoy puede parecer hasta un delito pero en aquellos años ésta era la norma en el negocio de la música, el mecanismo por el que los productores cobraban por sus servicios. Los que tuvieron éxito se hicieron ricos y vivieron de las rentas.
Crudup no fue ajeno a esta fórmula, sólo que él se rebeló contra ella. En los años 50 dejó de grabar cansado de batallar por sus derechos de autor. Hasta que en 1965 volviera a entrar en un estudio, se ganó la vida como jornalero en el campo y como contrabandista de alcohol. Siguió tocando por tugurios de mala muerte con una banda que formó con sus propios hijos. Para mayor perplejidad, la prensa musical comenzó a llamarle “el padre del rock´n´roll”. De nada le valió.
A lo largo del resto de su vida intentó sin éxito hacer valer legalmente sus derechos. El propio Crudup explicaba lo siguiente en un documental de 1973 (‘Born into de blues’): “Todo el tiempo estaba haciendo discos y yo preguntaba a Lester (Melrose): ¿Cuántos discos debería hacer un hombre para no tener que trabajar en el campo?". Tras varios años de abogados, algunos de ellos vinculados a asociaciones de derechos civiles, en 1973, el Gremio Americano de Autores y Compositores llegó a una conciliación previa con la editorial que tenía los derechos de la obra de Crudup. Se pactó un pago inicial de 60.000 dólares y la garantía de los derechos de autor futuros. Después de que Crudup firmara, la otra parte se echó atrás y el asesor del músico le aconsejó que desistiera de ir a juicio porque perdería más de lo que iba a ganar. Además, se sumaba otro detalle que en los años 70 aún era importante: Crudup tenía que demandar a la heredera de Lester Melrose, fallecido en 1968. La idea de que un hombre negro pleiteara contra una respetable viuda blanca era casi impensable.
En los 70, con casi 70 años, Crudup pudo viajar a Londres y grabar con músicos locales el disco ‘Roebuck Man’, que sería su testamento musical compuesto por 13 temas propios. Poco después, y tras una última aparición profesional con Bonnie Raitt, murió en un hospital de Virginia de un ataque cardíaco. Era el 4 de marzo de 1974. A su entierro enviaron una gran corona de flores que nadie de su entorno podía pagar y que la leyenda atribuye a Elvis Presley. Sólo tres años después, el rey del rock era encontrado muerto en el suelo del baño de su mansión de Memphis.

ES SOLO ROCK'$'ROLL, PERO ME GUSTA
¿Por qué lo llaman rock and roll cuando deberían decir blues? Para entender esa usurpación hay que pasar antes por otra enrevesada etiqueta. El término rhythm and blues se atribuye a un periodista musical, Jerry Wexler, que a finales de los 40 comenzó a aplicar este nombre a lo que hasta entonces se denominaba “música racial”, un apelativo despectivo que se asociaba a la música negra y que después de la II Guerra Mundial comenzó a sonar políticamente incorrecto. Jerry Wexler era un neoyorkino del Bronx pero, como se viene repitiendo en toda esta historia, no era negro. Era judío, como judíos eran los hermanos Chess, creadores de Chess Records, la discográfica de Chicago que hizo despegar el blues eléctrico. Wexler, como la mayoría de los jóvenes americanos de su generación, participó en la contienda contra el horror nazi y a la vuelta a los Estados Unidos enfiló su carrera hacia el mundo musical. Llegó a ser socio de Atlantic Records y produjo a artistas negros como Ray Charles, los Drifters o Aretha Franklin.
El rhythm’n’blues se convirtió en un falso nuevo género. Falso porque era lo mismo que los negros venían desarrollando desde hacía décadas y a lo que ya le habían colocado las pertinentes etiquetas: blues y boogie-woogie, que no era otra cosa que el blues interpretado al piano. Así, sobre la base de los viejos bluesmen, los nuevos talentos negros dieron una vuelta más de tuerca para que la mayor revolución musical de la historia fuera posible. Sólo quedaba llamar rock’n’roll a lo que hasta entonces ya había sido bautizado como rhythm’n’blues, lo que hasta hacía poco había sido “música racial”, lo que siempre había sido música negra. Aquella que empezó rezando a Dios para acabar cantando al diablo.
La expresión rock & roll, que literalmente quiere decir “mecer y rodar” nació del movimiento que experimentan los fieles en los trances religiosos del góspel. La comunión de las almas estaba muy bien pero era mucho mejor la comunión de los cuerpos y pronto el “rocking” se cargó de connotaciones sexuales. Ya era un término ampliamente utilizado en las letras de blues de los años 30 y así lo acreditan temas como ‘Rock and rolling’, de Bob Robinson, o ‘Cherry Red’, de Joe Turner. El salto a los músicos blancos no es exclusivo de los años 50. En 1939, el cantante de country Boody Jones compuso ‘Rocking rolling mama’.
Arthur Crudup, el malogrado maestro de Elvis Presley, hizo ‘Rock me mama’ en 1944. Pero la canción que supuso un hito fue ‘Good rocking tonight’, grabada por el bluesman Roy Brown, en 1947, y que también sería versionada por Elvis siete años después. Pero en el mismo 1947, Wynonie Harris también hizo una versión de ‘Good rocking tonight’, a la que Brown respondió con ‘Rocking at midnight’. Fue tal el éxito de la disputa que los músicos negros del momento quisieron explotar el filón con títulos similares. Antes de 1950 fueron grabadas tres diferentes canciones con el título de ‘Rock’n’roll’ a cargo de Paul Bascomb, Wild Bill Moore y Doles Dickens. En 1949 Erline Harris, grabó el tema ‘Rock and roll blues’, en el que repite constantemente la expresión y que le valió el apodo de Erline ‘Rock and Roll’ Harris. Quedaba aún un lustro para que Bill Halley y sus blancos Comets dieran el campanazo con ‘Rock arround the clock’ o para que Elvis Presley grabara su primer éxito en una calurosa tarde de Memphis.
Pero tuvo que llegar un locutor blanco de radio para convertir el término rock’n’roll en el género musical más influyente de todos los tiempos. Alan Freed también era de ascendencia judía y también participó en la II Guerra Mundial. Es una especie de justicia poética que dos grupos humanos tan maltratados como los negros y los judíos hayan contribuido al desarrollo de uno de los fenómenos más destacados de la cultura popular contemporánea.
Alan Freed emitía la música negra que amaba en su programa de la WJW de Cleveland. A instancia de sus patrocinadores, cambió el nombre del rhythm and blues, que aún mantenía la connotación de la lucha racial, por el de rock and roll, para hacerlo más accesible a los blancos, que por entonces aún huían mayoritariamente de aquel sonido. Su éxito fue fulgurante y comenzó a promover actuaciones en directo con los artistas que programaba, lo que le acabó llevando al cine, a la televisión y a convertirse en uno de los primeros promotores de un nuevo fenómeno de masas de dimensión planetaria. Sus espectáculos con público interracial evidenciaron que la música podía ser uno de los mejores arietes para derribar el muro de la segregación que durante muchos años seguiría avergonzando a la sociedad norteamericana. El rock conseguía abrir una brecha y los nietos del viejo blues extendían sus tentáculos hacia públicos y territorios inimaginables. Sin rendir, eso sí, tributo suficiente a quienes habían sentado las bases.
¿Pero qué se podía esperar de un negocio? Sin negocio, ni el rock, ni el blues, ni nada serían lo que son. Pero la historia muestra una vez más su tremenda ironía. Alan Freed, el padre, nada menos que del concepto rock & roll, acabó muriendo arruinado, precisamente, por un uso perverso del negocio. Su brillante hijo no había alcanzado ni la adolescencia. A principios de los 60 su carrera quedó destruida por su implicación en el denominado ‘escándalo payola’. Los cimientos de la industria discográfica se removieron entonces tras descubrirse el pago de sobornos para promocionar a ciertos artistas en las emisoras de radio. Freed tuvo que comparecer ante el Congreso de los Estados Unidos y reconoció haber recibido pagos para pichar a unos músicos en detrimento de otros en sus influyentes programas de radio. Uno de los procedimientos era recibir los derechos de autor de las canciones, lo cual explicaba que el famoso disc-jockey figurara como coautor de múltiples temas sin haber escrito jamás una nota. ‘Maybellene’, de Chuck Berry, es el caso más célebre. Alan Freed no volvió a trabajar nunca más y murió de cirrosis, en 1965, a los 44 años.
El único arte puro fue el rupestre. Pero qué diablos, como dicen los Rolling, es solo rock & roll, o mejor, es sólo rock $ roll, pero me gusta.
