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PUNK

​MAL DÍA PARA SUICIDARSE 

Darby Crash lo tenía todo para ganar el cielo. El cielo de los punks, claro. Da igual. Al fin y al cabo, todos los cielos son iguales. Sólo sirven para que no se olviden de ti cuando estés muerto. Lo único que cambia para llegar a ellos es el método. Darby siguió con devoción todas las estaciones del viacrucis. Una infancia marginal en una familia desestructurada. Una precoz adicción a las drogas, y en especial a la heroína. Una rabia incontenible que explotaba como una bomba sobre un escenario. Un grupo que duró tres años y sólo grabó un disco. Y, fundamental, una muerte prematura. Pero hasta para morir hay que tener suerte. Sobre todo para morir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Darby Crash y Pat Smear formaron en 1977 The Germs, una de las primeras bandas de punk de Los Angeles. Se habían conocido en la University High School, donde participaban en un programa especial de estudios del que ambos fueron expulsados. Para entonces Darby ya había pasado por la muerte de un hermano por sobredosis, por el abandono de quién creía su padre (luego resultó ser un marinero sueco) y por la tormentosa relación con una madre con problemas mentales.

Crash como vocalista y Smear con la guitarra, acompañados de otros componentes más o menos ocasionales, comenzaron a fraguarse una ‘reputación’ en la escena musical de Los Angeles gracias a unas actuaciones caóticas y violentas en las que Darby, absolutamente drogado, se revolcaba sobre un mar de botellas rotas y acababa a golpes con el público o con los miembros de la banda.

The Germs grabaron un único disco en 1979, ‘GI’, que produjo Joan Jett y que contiene clásicos del género como ‘Lexicon Devil’, ‘The Other Newest One’, ‘Caught in My Eye’ o ‘Shut Down’. Como suele ocurrir, ha acabado convirtiéndose en álbum de culto y se cita como piedra fundacional de algo, en este caso el hardcore. ¿Hubiera pasado lo mismo sin una muerte de por medio?

Darby Crash tenía sólo 22 años cuando se suicidó con una sobredosis de heroína. Dice la leyenda que dejó escrito en la pared un mensaje inacabado: “Aquí yace Darby Crash…”. Hizo frente al gran dilema de la creación artística en general y del rock en particular: ¿Es mejor apagarse poco a poco o extinguirse de forma súbita? Como muchos otros, eligió lo segundo.
Así es la condición humana. Hasta los movimientos más radicalmente iconoclastas acaban creando sus propios mitos. Darby Crash, cuyo nombre original era Jan Paul Beahm, estaba llamado a ser el Sid Vicious americano, muerto en circunstancias similares sólo un año antes. Pero el fallecimiento de Darby pasó completamente inadvertido. Era el 7 de diciembre de 1980. Al día siguiente, un fan enloquecido cometió el magnicidio musical por excelencia y disparó contra John Lennon a la puerta de su hotel en Nueva York. El ex beatle acaparó todo el morbo necesario para que un músico sea elevado a los altares. Casi nadie recuerda siquiera que Darby fue el primer punk en dejarse la cresta cherokee.

Pero el paso del tiempo nos ha permitido que la historia de Darby y del supuesto ‘pedigrí’ autodestructivo del punk tenga un epílogo. Lo escribe su gran amigo y cofundador de los Germs Pat Smear. El guitarrista, cuyo nombre real es Georg Ruthenberg, es un superviviente nato. Quizá lo lleve en los genes. Es hijo de un judío alemán y de una afroamericana. Durante los años 80 su carrera fue dando tumbos por varias formaciones. Grabó cuatro discos y en uno de ellos incluyó la última canción escrita por Darby Crash, ‘Golden Boys’, que nunca antes había sonado. Pura emoción. Sólo por eso ambos merecerían no morirse nunca. 

Como el mismo Pat Smear ha reconocido, se encontraba en una situación económica muy penosa cuando en 1993 un fan de los ya viejos Germs (llevaban más de una década disueltos) le telefoneó. Ese fan se llamaba Kurt Cobain y quería ficharlo para las actuaciones en directo de Nirvana. Cuando lo supo el batería de los reyes del grunge, Dave Grohl, preguntó perplejo: “Pero… ¿aún está vivo?”. Precisamente Grohl le sigue manteniendo en la nómina de sus Foo Fighters. Además, desde 2005, ha vuelto a reunir a los Germs con el actor Shane West en el lugar que Darby Crash ocupaba como vocalista. Se trata de la simbiosis más sorprendente entre el rock y el cine que jamás se haya producido. West interpretó a Darby en ‘What We Do Is Secret’, una película de Rodger Grossman basada en la vida del cantante punk.

Así, Pat Smear tuvo que superar la muerte del compañero con el que se inició en la música y la de quien, en cierto modo, lo volvió a recuperar para ella. No será necesario recordar que Kurt Cobain se pegó un tiro en su casa de Seattle en 1994. La última gran inmolación del rock’n’roll. El final de su carta de suicidio es ya muy célebre. “Y recordad que es mejor quemarse que apagarse lentamente”.
Depende de a quién se pregunte.

 

 
NO QUIERO SER TU PERRO

James Newell Osterberg no es un tipo cualquiera. Empezando por su nombre, por el que casi nadie lo conoce. Su pseudónimo es otra cosa. Es la combinación de dos palabras que resultarían ridículas si no nos hubiéramos acostumbrado tanto a ellas. Le ha costado lo suyo. Ha estado a punto de perder la vida en múltiples ocasiones. Pero, al final, James Newell Osterberg ha acabado siendo suplantado por su personaje: Iggy Pop. Sí, un nombre estúpido tras el que se esconde uno de los artistas más influyentes de la música popular de nuestro tiempo. La Iguana. Basta con verle desnudo, cosa no muy difícil en cualquiera de sus conciertos, para comprender el apodo que, incluso hoy a sus 66 años, le sigue haciendo justicia.

Iggy Pop y sus Stooges son padres de varias cosas. Del punk, sin ir más lejos. Ellos mantuvieron intacta la esencia del rock como fuente de energía para que los jóvenes nihilista que recibían la llamada de Londres la recuperaran a mediados de los 70. Basta escuchar 'Search and Destroy', primer tema de su tercer álbum, Raw Power, para acreditarlo. 

Pero cuatro años antes, en 1969, cuando las flores aún dominaban la escena musical, ya habían editado un primer disco, titulado 'The Stooges', que incluía varias bofetadas como 'I wanna be your dog' o 'No fun'. Si añadimos el LP 'Fun house' (1970) tendremos los tres trabajos que realizó la banda antes de desaparecer como una estrella cuyo destello sólo nos llega después de muerta. Tres obras  fundamentales para el desarrollo posterior de la música rock.A la disolución del grupo, Iggy Pop inició una irregular carrera en solitario con escarceos que pretendían huir del primitivismo salvaje de los orígenes, Pero Ostemberg ya había sido poseído por completo. Era imposible desprenderse de Iggy. Todos querían ver al personaje que en el escenario se transformaba en 

 

​NADIE ES INOCENTE

Música y delito no son necesariamente sinónimos. La reciente muerte de Ronnie Biggs, el integrante más famoso de la banda que perpetró el atraco al tren de Glasgow, permite recordar uno de los capítulos más delirantes de esta simbiosis. Tratándose de delirios no podían faltar, de la otra parte, los Sex Pistols.

Ronald Biggs fue uno de los cabecillas del atraco con el mayor botín de la historia: 2,5 millones de libras esterlinas que al cambio actual supondrían más de 45 millones de euros. El pasado agosto se cumplieron 50 años del denominado asalto al tren de Glasgow, cuyo objetivo fue el correo que unía Londres y la capital de Escocia y que viajaba, al cierre del ejercicio en agosto de 1963, con más dinero del previsto. Manipularon las señales para detener el convoy y el único daño personal que se produjo fue un golpe en la cabeza a uno de los maquinistas. Limpio y casi perfecto. Casi, porque sus autores cometieron el error de no destruir el juego de Monopoly utilizado para entretenerse durante la ‘cuarentena’ posterior al robo. El análisis de las huellas permitió identificar y detener a los atracadores. Varias han sido las películas inspiradas en estos hechos. ‘Great Train Robbery’, de 1988, cuenta con la curiosidad de que está protagonizada por el ex batería de Génesis Phil Collins.

Pero la banda del atraco al tren de Glasgow no hubiera necesitado del cine para convertirse en leyenda. Ronnie Biggs acabó alcanzando la celebridad. Logró fugarse poco después de su detención y establecerse en Brasil, tras pasar por el quirófano para hacerse la cirugía estética. Una operación que no hubiera sido necesaria ya que las lagunas legales en materia de extradición entre Inglaterra y el país latinoamericano permitió a Biggs vivir abiertamente en Río de Janeiro durante 31 años sin que las autoridades británicas pudieran hacer nada para detenerle. Gravemente enfermo y abatido, entre otros motivos por el tren de vida que llevó en Brasil, se entregó en 2001, previo acuerdo de exclusividad con el periódico sensacionalista The Sun. Fue condenado a una pena de 30 años pero salió de la cárcel por motivos humanitarios en 2009. Acaba de morir (18 de diciembre de 2013) a los 84 años sin el menor atisbo de arrepentimiento. Como él mismo dijo, era la única manera de encontrar cierta relevancia en la historia.

Cuando en 1974 el Daily Express descubrió el paradero de Biggs en Brasil se montó un escándalo monumental por el hecho de que, pese a todo, se trataba de un fugitivo intocable. Fue el momento de mayor gloria para Biggs que, además, alardeó de ello burlándose del sistema judicial británico siempre que tuvo ocasión. Y una de estas ocasiones se la brindó en bandeja el manager Malcom McLaren, que había hecho de la provocación y de la irreverencia marca de la casa Sex Pistols. Una marca que estaba dispuesto a explotar todo lo posible, pese al pequeño detalle de que los propios Sex Pistols ya ni siquiera existieran. La banda de rock más subversiva y manipulada de la historia ya se había disuelto cuando el mayor ladrón de todos los tiempos se convirtió en su cantante ocasional.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los Sex Pistols llevaban tanto tiempo inmersos en el caótico rodaje de su película (finalmente sería ‘The Great Rock'n'Roll Swindle’. ‘La gran estafa del rock’n’roll’) que ni siquiera estaba terminada cuando el grupo se separó en enero de 1978. McLaren mantuvo los planes de incluir el cameo del atracador Biggs en el film y viajó a Río de Janeiro en junio con los dos únicos miembros de Sex Pistols dispuestos a seguir, el guitarrista Steve Jones y el batería Paul Cook. Llegaron a Brasil en ese mismo mes y la ausencia de Johnny Rotten en el micrófono fue suplida por el propio Biggs. Entre enero y marzo, rodaron las escenas que acabaron incluyéndose en la película y grabaron dos canciones para la banda sonora. Una de ellas fue ‘No one is inocent’ (‘Nadie es inocente’), toda una declaración de principios, en cuyos créditos figuran Biggs y Jones. El otro corte fue una nueva versión de uno de los pocos temas de Sex Pistols firmados por Sid Vicious, ‘Belsen was a gas’, una polémica canción que el grupo sólo cantaba en directo y que aludía al tema tabú de los campos de concentración nazis.

Ronnie Biggs es el único caso conocido, sin duda el más destacado, de doble ‘militancia’ en dos bandas: una de ladrones y otra de rock. El Dioni no cuenta. Hablamos de bandas, no de solistas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

una bestia autodestructiva y en un mesías que camina sobre las aguas de un público enfervorecido. A lo largo de 18 discos, el último de 2012, hay de todo, pero tampoco era para responder como lo hizo el cantante de Joy Division, Ian Curtis, que se suicidó en su casa de Manchester después de haber escuchado su primer trabajo en solitario, 'The Idiot' (también había visto la película Stroszek, de Werner Herzog). 'American Caesar' (1993) supuso un hito para su recuperación del olvido en plena efervescencia del grunge, que tanto le debía. Otro, por lo inaudito en su obra, es 'Preliminaires' (2009), donde canta en francés al estilo de Yves Montand. Algo a lo que parece haber cogido gusto ya que repite en su último trabajo ('Après'), en el que se atreve con Edith Piaf y hasta con Frank Sinatra. 

Al final, el grunge, el punk y todos los movimientos que contribuyó a crear han muerto y, contra todo pronóstico, Iggy Pop sigue vivo. Quizá el secreto está en no ser el perro de nadie, pese a haber pregonado que quería serlo de todos. 

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